Ana Miralles, entiende perfectamente la diferencia entre un pintor y un artista, entre un artesano y un alquimista, entre la habilidad y la magia. Después de tantos años pintando con la misma seriedad y vocación del primer día, Miralles concluye que uno no pinta con metas, con expectativas, sino con ilusión, con necesidad. Escoge sus motivos como quien escoge un destino para un viaje exótico, intuitivamente, confiando y abandonándose a lo desconocido, consciente de que no debe esperar nada en concreto, que no hay una cima a alcanzar, sino un modo de subir; una actitud. Para quien ha comprendido cuál es la actitud correcta en la práctica del arte, el tiempo juega a su favor, porque cada hora invertida es una hora de vida en estado puro.


Jorge R Pombo